lunes, 9 de marzo de 2009

Una gran bola de mierda

Semanas de médicos y tristezas. Llevo tiempo desaparecida para el mundo. Hay días que voy a trabajar, la mayor parte me los paso en la cama, llorando, sin ganas de nada. El último chico con el que estuve me mintió. Causa de ello es la figura que tengo en mi vientre. Un feto de un par de semanas. No puedo soportar la presión de estar embarazada de alguien que apenas me entiende, alguien con el que crucé más gemidos que palabras. He intentado contactar con él, pero imposible. De todos modos, no creo que se hiciera cargo del niño. Los médicos me han dicho que no es buena la idea de estar embarazada debido a mi enfermedad. Tengo una de esas enfermedades denominadas “raras” y voy a tener que salir fuera del país dentro de poco para tratarme. Mi situación económica es mala, y la seguridad social, como mucho, me pone el hospital de la ciudad, con médicos no especializados. El resto lo tendría que costear yo, con un dinero que ni tengo ni nadie me lo puede dar. Nadie a excepción de mi padre.
Mi padre es inversor de bolsa, al menos lo fue hasta la última vez que tuve noticias de él. De esto hace ya un par de años, hablando con mi hermano me lo contó, le grité que no quería saber nada de él y colgué. Desde entonces nada de mi padre y poco de mi hermano. Me cuesta llamarle “mi padre”, para mí no es más que Iván. Del que tuve la mala suerte de llevar sus genes en mi sangre. Iván podría solucionar mi enfermedad ayudándome económicamente pero prefiero morir en mi casa a estar en un hospital, en el extranjero, pagado por él.
Hace unos días, Antonio me llamó con tono serio. Quería saber sobre mí. Me había notado algo raro y quería saber más sobre mis ausencias justificadas al médico. Yo, lloré desconsoladamente, y pregunté si de alguna manera la empresa me podría ayudar. Me dijo que era imposible, la empresa se encargaba sólo de los accidentes ocurridos en ella, y de una baja, pero que debido a mi conducta estaban pensando en despedirme. Si seguía ausentándome cada dos o tres días me vería en la calle. Me aconsejó buscarme un buen abogado.
Me estoy volviendo loca, la enfermedad, el niño y, sobre todo, la soledad están haciendo de mí una persona desgastada. Las arrugas se me marcan más y más, he envejecido varios años en tan sólo unas semanas.
***
Son las 6 de la tarde y leo el periódico para enterarme del apagón que sufrió la ciudad el otro día, a mí me pilló durmiendo, para no variar. Ring, ring. ¿Una llamada? Mi teléfono fijo suena durante un rato hasta que se enciende el contestador.
- Amanda, sé que estás ahí, soy Iván, ¿me recuerdas? Sí, tu hermano mayor, o como solías decirme cuando éramos pequeños: Van. No entiendo bien por qué no me quieres coger el teléfono. Hace meses que nosotros queremos saber de ti pero o no estás o no quieres coger el teléfono. Por favor, necesito hablar contigo. Maite se ha ido y se ha llevado a los niños. Estoy solo aquí y os he llamado para intentar reunirnos, necesito de compañía familiar para pasar este mal momento. Espero tu llamada. Un beso. Te quiero.
Me quedé perpleja, mirando la luz del contestador, Van tenía problemas. Era la primera vez en mi vida que mi hermano recurría a mí para intentar solucionar sus problemas. Él, tan perfecto, con su esposa que conocía desde pequeña (Maite) y sus cinco hijos, en su religión y con un trabajo bien remunerado.
Así que no lo dudé, lo llamé segundos más tardes.
- ¿Van? Soy Amanda, ¿qué pasa?
- Chiqui, tengo problemas. – me dijo mientras lloraba.
- ¡Ya! ¡Pero, qué pasa! – ya estaba atacada.
- Me gustaría hablarlo en persona, ¿me acogerías unos días en tu casa? He pedido vacaciones en el trabajo. Necesito tiempo lejos para pensar.
- Bueno, es que yo… no sé…
- Por favor, Amanda, te necesito. ¿Tienes un sofá, al menos, para dormir?
- Van, yo… también tengo que contarte varias cosas. No estoy pasando por el mejor momen...
- Esta misma noche cojo el avión para allá. Tortuosa ¿no?
- Sí, “Tormento” le podríamos llamar.
- Jaja, un beso, gracias hermana.
Hacía años que nadie me llamaba hermana. Hacía muchos meses que no tenía una conversación con alguien de mi familia. Algo más allá de un bien o un nacimiento de un sobrino era difícil en nuestras vidas.
- Por favor, ¿me pone con Verónica?
- Sí, un segundo, ¿quería algo?
- Sí. – obvio, sino no hubiera llamado, pregunta ilógica en una llamada telefónica.
- No está, ¿le dejo algún recado? Viene en 10 o 15 minutos, como mucho.
- Sí, necesito que venga esta tarde-noche, ya, a limpiarme el piso, viene mi hermano y me gustaría que se lo encontrara lo mejor que pueda. Gracias.
- Venga, allí estará.
Ahora sí, mi vida es un auténtico desorden y viene mi hermano para desordenarme más. ¿Cómo le cuento lo de mi enfermedad? ¿y lo de que voy a ser madre soltera? Todo esto me supera, voy a hacer mi cama, guardar mi ropa y preparar todo lo antes posible, en unas cuatro horas estará aquí.
Voy corriendo al servicio, sigo con los vómitos, ahora peor incluso por el embarazo. ¿Por qué me tiene que pasar todo a mí?
Joder, se me olvidaba, voy a poner contraseña a mi ordenador, hay cosas que no me gustaría que ni siquiera él supiera. Está sonando la puerta y voy a abrir.
- Hola Vero, gracias por venir. Necesito que me limpies la casa con velocidad. Espero que hagas tu trabajo como normalmente, sólo confío en ti para que entre en mi casa sin más. Te dejo libertad. Me voy a bajar al bar a tomarme una copa ¿vale?
- Gracias por su confianza, señorita Amanda.
Esta chica es buena persona, es sudamericana. Yo la llamo cada dos o tres semanas para que dé una buena limpieza al apartamento. Me gusta contar con ella porque se vino de Venezuela con su hija pequeña y su marido para poder optar a una vida mejor. Vive dos plantas más arriba.
En el Arthurs, para no variar, me tomo mi Bailey. Sentada en la esquina que me gusta sentarme y escuchando de fondo “Lovesong” del grupo The Cure.

“However far away I will always love you
However long I stay I will always love you
Whatever words I say I will always love you
I will always love you”

Me suena esta canción de cuando salía con un chico en mi pubertad. Siempre te amaré. Ja, hoy me río de eso.
Le doy vueltas al móvil esperando la llamada de mi hermano. Tengo curiosidad, no soy yo la única de la familia a la que no le marchan las cosas.

AMK

lunes, 16 de febrero de 2009

Saliéndome de los moldes fijados

Buenos días, mañana del viernes desde la oficina. He encontrado un rato por aquí y me voy a poner a escribir algo. Traigo muchas noticias, no todas buenas, como es lógico. Mi malestar ha ido desapareciendo hasta no acordarme. El lunes fui a la oficina mala, pero ya el resto he estado estupendamente. Por cierto, estoy avergonzada por cómo me puse la semana pasada, con la melancolía, la soledad, la tristeza, todo se me juntó y me convertí en una persona pedante y corriente. Vaya mierda, la verdad que no es tan mala mi vida. Hago lo que quiero cuando quiero y donde quiero.

Tengo que reconocer una cosa, el miércoles noche fui infiel. Cometí una infidelidad para evitar tropezar con la misma piedra, una y otra vez. Fui a otro bar. Un pub irlandés del centro. Dejé al viejo dueño de la cafetería Arthurs y al grupo de fracasados que intenta ahogar penas con whiskies y esa otra bebida que suelen poner mucho por ahí. No, yo tenía que cambiar mi vida, yo tenía que poner algún aliciente nuevo. El aliciente tenía nombre (Nek) y apellido (el cual desconozco). Alemán, 25 años, Erasmus de Traducción e Interpretación, unos 20 centímetros más alto que yo, fuerte y rubio. Lo que se dice un típico alemán, excepto por su carácter. Él no era frío, era más bien acogedor, íntimo, cariñoso. Como os decía decidí cambiar de lugar para tomarme mi Bailey y empecé la noche mal. No había Bailey y estaba lleno de “guiris cachondas”. Total, “un Tía María, por favor” grité al camarero un rato hasta que me lo sirvió y me pidió 7€ por él. Joder, me tiro todos los días currando para que me saqueen en una fiesta de universitarios. Tras bailar un rato discretamente y apartar algunos moscones, se acercó Nek. El chaval tenía algo en su mirada diferente al del resto, parecía ser sincero y era muy guapo. Él chapurreaba mi idioma, yo del suyo ni idea, vamos, dos palabras típicas y dos o tres insultos aprendidos (como la gran parte de todo en mi vida) de forma autodidacta. Al cabo de las horas me vi echada en sus brazos, con algunos cubatas entre pecho y espalda, enseñándole las llaves de mi casa y proponiéndole desayunar conmigo. Por supuesto, conduciría él. Yo no me atreví a coger mi nuevo New Beatles.

Unas cinco horas después me desperté con resaca, atrapada entre los largos brazos de… de un guiri alemán que no conocía más que de una noche. Yo no soy así, os lo juro, pero ha sido muy divertido. Llamé al trabajo y dije que hoy no podía ir, me tendría que sustituir la puta de la oficina un día más, seguro que no lo hacía tan mal. Aunque si lo hace igual que las “cositas extra laborales”, según dicen por la oficina, mi puesto correrá peligro. Alegué sentirme peor de mi enfermedad, al fin y al cabo algo positivo iba a tener contraer una enfermedad que no saben de dónde viene, nombre, patología, ni nada sobre ella. Tras llamar, me volví a dormir unas cuantas horas más. No podía con mi cuerpo, demasiada poca costumbre diría yo. Por no hablar de mi cabeza, había olvidado lo que era una resaca. Había olvidado lo que era beber y beber.

Eran las 11 de la mañana, y Nek se había ido. En su lugar había una nota, un post-it escrito en un indio-castellano, como yo llamo a esos escritos en infinitivos en forma de tiempo verbal. “Hola Amanda, gracia por acer feliz a mi, yo estar encantado”. Vaya, se había ido. Quizá motivado por una de las frases que le dije al intentar abrazarme esta mañana. Un vete a la mierda, pasa de mí que seguro no le gustó. El pobre. Es cierto, necesito mi propio espacio. Sobre todo en la cama.

Bueno, me levanté al menos con una sonrisa en la cara, hacía tiempo que no disfrutaba de la compañía de un hombre, y éste encima apenas me entendía, hablando, ya me entendéis. Una ducha, y una visita a una nevera desierta. Voy a tener que ir más a comprar. Bajé a comprar un par de donuts a la pastelería de mi calle. Cerrada / Closed. ¿Por qué estará cerrada hoy la pastelería? Vaya, hoy no tendría desayuno. Me muero de hambre. Hoy saldré a almorzar fuera. Un par de filetes de secreto ibérico con patatas a lo pobre, mi comida favorita. Desde que vine a Tortuosa no he encontrado un sitio donde pongan un buen plato ibérico, sin embargo hay innumerables restaurantes chinos.

El resto de los días, o sea jueves y viernes, los he pasado tranquila. Salgo un día, vuelvo con un chico y tengo que estar descansando dos. Será que me habré hecho mayor.


Ahora me toca pensar, como siempre después de un gran día. Creo que me enamoré. Soy el tipo de tía que nunca estuvo con alguien sin enamorarse. La pasada noche, como ya dije, me enamoré. Un amor de 45 minutos, o más bien dos de unos 20 minutos. Así soy yo, pero al menos me puse feliz unos días.

El trabajo sigue tan penoso como siempre. La ciudad está dirigida por unos políticos corruptos. Mi casa está sucia, llamaré a alguien para que la limpie, pero ahora no tengo ganas. Estoy mareada, qué mal me encuentro, otra vez esas náuseas, otra vez esa fuerte punzada en el estómago. Joder, a ver si voy a una consulta privada en vez de ir al hospital y me detectan de dónde viene esto.



AMK

domingo, 8 de febrero de 2009

Casi nada, sólo tristeza, soledad y enfermedad

Domingo por la noche, no tengo ganas de nada, la semana ha sido un poco dura, la verdad que como otra cualquiera. No tengo ganas de escribir aquí, simplemente lo hago para que sepáis un poco de mí. Pues os digo, ¿os acordáis que iba a salir a un pub? Nada. ¿Os acordáis que tenía una reunión que quizá era importante para mi carrera laboral? Nada. El lunes el trabajo, el martes, el miércoles…nada, nada. Es triste pero así ha sido mi semana.
Como ya os dije me acosté temprano el viernes noche, la idea de descansar me parecía genial, y la de salir al día siguiente aún mejor. Pero… (siempre hay un “pero…”) el sábado me levanté con mareos, eran las 11 menos cuarto, y mi cabeza parecía que iba a explotar, tal como me levanté, con las piernas cansadas y doloridas, fui corriendo al baño. Me dio tiempo llegar al wáter y dejar allí lo poco que había cenado la noche anterior, las cuatro o cinco salchichas que con pereza me había hecho la noche anterior. Buag, ¡qué mal sabor de boca! Es horrendo, así que tras cepillarme los dientes me fui de nuevo a la cama. Y desde allí vi la tele, desde allí llamé el lunes al trabajo diciendo que no podía ir. La voz de la muchacha que me cogió sonaba desconfiada, como si no se creyera lo que estaba pasando. Seguro que era la malnacida que merodea por mi oficina. Al día siguiente o al otro, fui al curro y creo que fue la mañana con más preguntas de gente inepta que me he podido encontrar, me tenía que tocar a mí, aquel día encontrándome fatal y con decenas de personas contándome sus problemas. Joder, leeros un panfleto y callaros la boca. Ese mismo día me escapé para ir al médico y, automáticamente, me dio de baja y me mandó unos análisis y algunas pruebas para hacerme (como así fue) el viernes.

Es domingo y aún no me recuperé del todo, ya estoy harta de ver programas de salsa rosa, estoy harta de ver como nadie se acuerda de mí. He recibido una llamada en todos estos días, sí, es de mi hermano el creyente. Cree en no sé qué de la ciencia, vamos, alguna paranoia temporal, espero. Como podéis comprobar tengo un pequeño problema con las fechas, y es que eso de dormir por el día, despertarme a las cuatro de la mañana y buscar algo en internet por el aburrimiento, o madrugar sin saber por qué, desayunar a la hora de la cena, etc. Sí, todas esas cosas hice, y es que he estado bastante mala. Sin poder levantarme apenas, sin fuerzas para nada, sin ganas de comer (habré perdido al menos unos dos o tres “kilos”).


Estoy bastante triste, mañana volveré a ir al trabajo si me encuentro como ahora, pero no es por trabajo por lo que estoy “de bajón”. Es simplemente porque me encuentro sola. Estuve mala, muy mal y no había nadie que me cuidara, nadie que me trajera la comida a la cama, ni que me pusiera paños en la frente cuando me subía la fiebre de manera repentina. Estos días aproveché para mirar hacia dentro. Me pasé la vida con una coraza, intentando salir adelante, demostrarle a la vida que soy fuerte, que puedo valerme por mí misma, ser independiente. Y en una semana, todo se ha hundido, una semana en cama y he perdido mi identidad, esa fuerza que me diferencia del resto del rebaño, ese carácter mío. Es jodido ver cómo pasa la vida por delante de ti y no dejas una huella imborrable, ni siquiera una huella que dure 10 minutos. Eres una más y eso es duro. Qué hago con mi vida ahora mismo, es la pregunta que me estoy haciendo, no sé qué cambiar. Mi trabajo y mi esfuerzo no están dando sus frutos. Bueno, lo mejor será que me acueste, que esta semana puede que sea buena y bonita (de ilusiones también se vive). Espero no perder otra oportunidad como lo de la reunión.


Hoy hay algo que viene muy al caso, unas frases que tenía en la cabeza:



"Conozco la sonrisa brillante de las mañanas,
las tardes melladas, las desdentadas noches,
sé del aullar de gigantes en lumbres de aspa de molino,
sé del letargo de los sentidos entre el estruendo de monedas,
sé del néctar de las bocas y de su aliento en la nuca,
sé de las palabras inútiles como volutas de humo,
y de camas deshechas como lienzos desflorados,
sé de los bordes cortantes del canto herido,
sé de su demencial cordura,
desconozco, sin embargo,
ese rostro vagamente familiar,
que me mira a cada instante
desde el espejo."

Buenas noches, y no os preocupéis pero los médicos no saben lo que tengo, me hacen muchas pruebas y no sale nada, pero los síntomas están ahí. Algo raro tengo, algo tengo.
Lo noto.

AMK

viernes, 30 de enero de 2009

Mi primera semana, difícil

“¡Señorita, señorita! Venga aquí, tengo un nuevo trabajo para usted.” Así empezó la semana, con una frase esperanzadora. Era el lunes por la mañana, a primera hora cuando Antonio Pérez, más conocido como “El Jefe”, me citó en su oficina para hablarme de mi nuevo rol en la empresa. Por fin un ascenso después de 4 años siendo la chica de los recados.
Creo recordar que no os dije nada sobre mi trabajo. Y la verdad, que para qué engañaros, yo misma sé pocas cosas sobre él. Se trata de la Asesoría “Aguado”. Es muy conocida en Tortuosa (cada vez que lo nombro me parece más surrealista el nombre, ningún otro podría definir mejor la situación que se vive por aquí). La sección para la que trabajo es la encargada de los “divorcios exprés”. No os hacéis una idea de lo de moda que está esa situación ahora mismo, sobre todo para decenas de inmigrantes jóvenes que se casan con ancianos para conseguir los papeles y cuando consiguen algún trabajo pretenden alejarse de ellos robándoles hasta el más mínimo objeto de valor que tuvieran en común. La situación ya es de por sí alarmante como para que un gabinete de abogados, además de gerentes, administrativos y toda la patulea de falsos empresarios que trabajan por aquí pretendan ayudar al abusón de turno. ¿Tanto mueve el dinero? Ni os lo imagináis. Además, os tenía que contar que entró hace unas semanas una chica en mi departamento, otra becaria (con el enorme papeleo y la explotación que sufrimos qué menos que seamos dos). Quizá sea por ella por la que me desplazan a mí, no lo sé. Aún así, me da vergüenza ver cómo los tíos de esta oficina la miran con cara de viciosos, babeando al compás del contoneo de la muchacha. Por cierto, aún no sé su nombre y la verdad que no me importa. No suelo mezclar trabajo con vida social (aunque de ésta última no tenga mucha). Tampoco conozco a la gran parte de mi departamento, por no hablar de la empresa, que eso ya son cosas mayores. Tres o cuatro, más mi jefe, y porque algún día fue necesario.
Hoy es viernes, el cielo está despejado, lleva toda la semana lloviendo, vaya mierda (mi madre siempre me dijo que tenía un vocabulario muy vulgar, muchos tacos como diría yo). Llevo toda la semana esperando a que llegara el fin de semana para tener un buen rato. La jornada laboral no fue bien, así que quiero desahogarme mañana sábado con una salida a un pub que he oído por ahí que está bastante bien. A ver si conozco a alguien para pasar un buen rato, nada de amor, que luego te lloran al hombro y quieren casarse y tener niños a la primera de cambio. Una cosa breve e intensa para aliviar tensiones y “adiós, muy buenas”. Durante la semana me tengo que levantar temprano para ir al trabajo, así que me tengo que conformar con pasarme de vez en cuando por una cafetería a dos calles de mi apartamento. Cafetería Arthurs. Suele haber un camarero muy jovencito que es el que atiende a las mesas y un hombre mayor en la barra que parece ser el dueño. Yo, como buena señorita, me siento en uno de los sitios cómodos del lugar. Una especie de sofá individual en el que la idea principal es que vengas con algún acompañante. Elijo mi esquina, la de siempre, y pido mi bebida habitual: un Baileys con tres hielos. Desde allí tranquilamente observo a toda la gente que entra y sale, y me imagino qué pensará cada uno. Algunos con la vista perdida, otros contando batallitas a amigos, otros simplemente bebiendo para ahogar las penas…
Ayer volví a ir a la cafetería, ya llevo tres días seguidos yendo. No sé que le encuentro a ese lugar pero es acogedor, al menos más que una casa en la que el orden es similar al que hay dentro de mi cabeza, o sea, nulo. Al salir del bar suele haber un yonki con un saxofón tirado en una esquina esperando que alguien le eche dinero por no hacer nada especial. Yo, como de costumbre, paso de echarle nada. Que se busque un trabajo, joder. Hay mucha gente así que no se da cuenta que si sigue viviendo de esa manera va a llevar a la ciudad a una ruina. Cada vez se van llenando más las aceras, los escalones del metro, las estaciones de autobús y tren, e incluso los portales de nuestros bloques de indigentes. La situación económica no está bien, vamos en caída libre y parece que nadie se da cuenta que no podemos desperdiciar el dinero de la manera en la que lo hacemos. Ellos, los “tirados”, son los que mejor intentan sacar beneficio de esto, pese a que, a razón de lo que veo, la cosa no les va muy bien. Suelen tener dos o tres monedas, cuando más unas diez, la mayoría de céntimos. No tocan mal, pero por favor, que se vayan a otros sitios para no molestar.
Como os decía, mi jefe me llamó, y sólo lo hizo para decirme que a partir de ahora sería la chica de la recepción. Indignante. Sería yo la encargada de aguantar a esos locos enfurecidos cuando algo se tuerce durante un juicio o algún testamento. ¿Y todo para qué? Para que la chica presuntuosa sea la encargada de llevar los cafés con una faldita durante las reuniones. Donde haya un buen par de pechos, que se quite lo demás. Ni experiencia, ni mierda. Así que sí, malas noticias en el trabajo desde el lunes por la mañana. Algún día me iré de aquí. Lejos.
Ya que me comprendéis, que sabéis lo que sufro, cómo vivo y eso, pensad qué ganas de hablar con mi familia al llegar a casa tengo. Exacto, ninguna gana. Al igual que la de buscarme a un novio que me diga lo guapa que soy y cuánto me quiere a cada instante. No es para nada necesario. Cada uno necesita su propio aire, y yo necesito el mío y el de dos o tres más alrededor.
Os dejo con estas palabras, un viernes a la hora de cenar, sin nada pensado para llevarme a la boca (a ver si hay un paquete de patatas en la despensa aunque sea), pero con la idea de descansar hoy e ir mañana a ese pub. Y, para que no se me olvide, os tengo que contar cómo me irá en “la reunión” que tengo fuera de la ciudad el martes y miércoles de la semana que viene.

AMK

jueves, 22 de enero de 2009

Bah, yo misma

Buff...vengo de trabajar ahora mismo, y las calles de Tortuosa son un infierno, tanto tráfico hace que vuelva tardísimo a casa. Por cierto, mi nombre es Amanda. Ya lo sé, es horrendo, a muy buen seguro que me lo pondría mi padre del cual sólo conservo eso, ni siquiera su apellido. McKillop, como veréis que firmo acompañando a mi nombre, es el apellido de mi madre. La verdad, no es momento de poner "a parir" a mi padre, ya os contaré algo más sobre ellos.

Yo nací en un pueblo desconocido, sin apenas cuidado, rodeado de dos hermanos y una hermana a los cuales había que mimar para que trajeran dinero a casa para mantenernos. Yo siempre odié eso, odié que otros trabajaran para mi beneficio, para cuidar a la benjamina de la casa. Por suerte, esa época ya pasó, ahora soy un poco más mayor, acabo de cumplir los 23. Una edad magnífica dicen, claro, si no tienes que trabajar de sol a sol en una oficina en el centro de una ciudad en continuo caos para un cabronazo de jefe que intenta aprovecharse de ti cuando te despistas un poco. ¿Mi trabajo? "Un poco de café", "Unos papeles allí...", "Llama a Fulanito"... en fin, la típica secretaria sin futuro encerrada entre cuatro paredes sin posibilidad de crecer profesionalmente hablando.

Como os decía, he vuelto a casa, al abrir la puerta y esquivar unos trozos de pizza de la noche anterior y ver las dos llamadas diarias en el contestador de mi hermano mayor, me he ido para el cuarto, suelto la chaqueta en su sitio (o sea, un taburete junto a ropa para planchar de tres días) y me tiré en la cama. Creo que ya está bien por hoy, no fue un buen día, tengo la impresión de que pronto me van a echar, mi empresa va a pique y no me dejan aportar más que unos terrones de azúcar.

Con esto, me voy a dormir, ya os seguiré contando otro día más cosas sobre mí, si no me pasa algo antes... ¡Ah! a mi hermano ya lo llamaré otro día.

AMK